Por Fernanda Castell
19 de Abril, en http://poesiaenlaselva.blogspot.com.ar/
http://poesiaenlaselva.blogspot.com.ar/2016/04/fernanda-castell.html?view=magazine
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Pensamientos bordantes
Pienso al bordado como una
escritura. Tal vez una manera de estirar la letra imaginada en un hilo
que penetre la tela una y otra vez apareciendo y reapareciendo hasta que
el hilo se corte.
La letra inventada entonces es una
letra larga, zigzagueante. Que se encadena con otra y por ahí alcanzando
apenas una sílaba funde una ciudad pequeñísima en un mapa extenso. Las
letras hiladas van sonando imperceptibles entre la tela, los dedos y el
corazón. Y el estómago. Todas las vísceras se alinean y proyectan un
trazo penetrante.
Yo no me inicié en el bordado,
haciendo batitas o agarraderas. Empecé en mis manos levantando mi propia
piel. Esa piel delgada y transparente que no duele al desprenderse de
la dermis. En el campo es muy común ver como se despega el cuero del
paquete muscular como un guante. Las pieles quedan colgadas como prendas
y el animal desnudo. No es algo visto como cruel, nadie cuestiona la
función animal en el campo.
Mi propia piel entonces fue
experimentada como algo a desprender. Pero es un linaje femenino. Puedo
ver las manos grandes y callosas de mi abuela y como se desprendía la
carne de los dedos, por aburrimiento o gusto. Sobre todo, cuando miraba
televisión.
El hallazgo
Bordar me proporcionó la genial idea
de trasladar algo de lo mutilante corporal a un soporte “otro” y de
índole inversa: en lugar de restar materia ésta se acumulaba sobre la
trama.
Trama, aguja en un acto: perforar.
Una aguja sin hilo es tan idiota como una caminata sobre una cinta de
gimnasio. En este caso el perforar por lastimar para producir una
sensación física distractora de vaya a saber qué, aparece la necesidad
de dejar rastro. Construir una huella. Pero no nos adelantemos. Surge la
clara y precisa experiencia de enlazamiento de perforaciones. Y entre
una y otra el color. El color es lo más parecido a la felicidad.
Jam bordante
Escribir en la tela con puntadas de
color un texto cuyo contenido no interesa. Lo pienso como un a zapada. Y
la resistencia de la tela como una percusión íntima. Si la voz es la
experiencia del cuerpo proyectada en el aire, el bordado, es la
experiencia de una letra en su carácter originario: construir una marca
de aquello que no se puede dar cuenta en el cuerpo. Se trata de iniciar
el viaje de un hilo extraño por los resquicios de una trama. La
compulsión humana de banalizar lo sagrado debe haber transformado luego
el bordado en una práctica decorativa. (las famosas agarraderas y
florcitas). Tal vez, como una manera de neutralizar la fuerza bordante
revulsiva y convertirla en una práctica controlada. Surgiendo así el
Bordarás sólo aquello que decore tu hogar como un undécimo mandamiento.
Cada mujer sabrá o no por qué borda. El hecho de que se haga en grupo no
es un dato menor. El Poder y el patriarcado nos han acostumbrado a
crear hechos de resistencia real, como diría Foucault. Las tejedoras y
bordadoras manifiestan una sensación de placer y libertad en su hacer.
El bordado que conozco y que comparto con las anarquistas españolas y
las bordadoras originarias es una práctica liberadora ligada al
pensamiento. Tal vez, en verdad lo que se trame en la tela no sean
guardas tradicionales, ni patitos, sino conceptos.
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Fernanda Castell es antropóloga social y coordina
talleres de creatividad y arte terapia en Cemic. Ha publicado varios libros de poesía: En el Abras, editorial Siesta, 2004; Peces de Agua, editorial Tema, Portugal Edición Bilingüe, 2004; La construcción de lo desagradable, editorial Vela al Viento;
Libros Fractales, Comodoro Rivadavia, 2014; De la migración, Trópico Sur,
2014; y una novela: La pena de A., editorial Expreso Nova, Buenos Aires, 2014.