Realizado por Eugenia
30.8.12
29.8.12
14.8.12
11.8.12
Últimas producciones
Cortinas con apliques a crochet, por Gisella
Alfombra en telar circular, por Gisella
Mini-tapiz, por Graciela
Mónica Millán
Mónica Millán nació en Misiones, en 1960. Estudió dibujo y
pintura en el Profesorado Superior Antonio Ruíz de Montoya (Posadas), asistió
al taller de Luis Felipe Noé, a quien considera su maestro. Participó en
residencias en Banff, Canadá, y en Bellagio, Italia. Y ha sido seleccionada
para becas en: Fundación Antorchas; Fundación Rockefeller; Trama; Fondo
Nacional de las Artes, Academia Nacional de Bellas Artes y Fundación Telefónica. A partir de 1997 coordinó curadurías,
clínicas y seminarios de arte en el Nordeste argentino. Ha realizado numerosas
muestras individuales y colectivas, en el país y en el extranjero y ha ganado
varios premios. Sus obras, inspiradas en gran medida por la naturaleza, son de
un carácter multifacético en cuanto a medios y materiales. Se encuentran, entre
ellas, dibujos, bordados, objetos de barro e instalaciones electroacústicas.
En el
año 2002, becada por el Instituto Rockefeller y asesorada por el ensayista
crítico de arte Ticio Escobar, fundador y director del Museo de Arte Indígena
del Centro de Artes Visuales de Asunción, la artista fue a estudiar, durante
varios meses, el trabajo de los pobladores de una pequeña localidad llamada Yataití,
a 180 km de la capital paraguaya. Allí muchas mujeres se dedican al tejido y
bordado de ao poi (tela fina o
angosta, en guaraní), y es lo que a Mónica Millán le interesaba conocer y
rescatar. Se abocó entonces, a la tarea de observar el trabajo de estas
tejedoras, a observar los paisajes, el clima, y a ser parte de lo que allí
acontecía. Dijo al respecto:
“Me gusta cuando me hablan en guaraní luego
cuando se dan cuenta que no entiendo se ríen a las carcajadas y me traducen,
les explico que me siento bien escuchándolas. Ese ritmo más el del pueblo
pequeño con sus calles de arena, las casas y sus cercos prolijos de tacuara,
con patio floridos y olorosos, llenos de mangos, mamones, guayabas , los animales domésticos atravesando el lugar,
dejando sus huellas que puedo seguir en líneas conformando dibujos, hacen este
mundo que estoy tratando de entender…”
Este
encuentro se materializó en una muestra que la artista tituló “El vértigo de lo
lento”, y que fue expuesta por primera vez en El Museo del Bordado, en Yataití,
junto con la gente del pueblo. Luego la artista siguió trabajando esta línea y
realizó muestras en Buenos Aires y en Ecuador. En 2009, durante la V Bienal Internacional de Arte Textil,
expuso una parte ella como instalación en el Palais de Glace, junto a otros artistas invitados, en la
muestra titulada “Desde lo textil: hacia nuevos territorios”, y curada por
Florencia Battiti.
A continuación el relato de la
experiencia en Yataití, narrado por la propia artista, y luego, algunas
imágenes de la muestra:
“El vértigo de lo
lento
Pueblo:
Yataity
Yatay:
planta
Ty:
mucho, pusieron ese nombre porque había muchos ejemplares y ahora no hay.
A 180 km de Asunción
al NE camino a Coronel Oviedo se desvía hacia Villarrica y se vuelve a desviar
y nos encontramos con Yataity, pueblo de Ao Poi..Rodeado por la serranía del
Ibyturuzu.
Encerrado en sí mismo
como el propio país en el centro de América del sur.
La lengua-el
ritmo-olores-sabores:
Me gusta cuando me hablan
en guaraní luego cuando se dan cuenta que no entiendo se ríen a las carcajadas
y me traducen, les explico que me siento bien escuchándolas. Ese ritmo más el
del pueblo pequeño con sus calles de arena, las casas y sus cercos prolijos de
tacuara, con patio floridos y olorosos, llenos de mangos, mamones, guayabas
, los animales domésticos atravesando el
lugar, dejando sus huellas que puedo seguir en líneas conformando dibujos,
hacen este mundo que estoy tratando de entender.
Primeras
imágenes-encuentros:
Abril- llueve es de
siesta, camino en el barro, se levanta un sopor . Galería de la casa de
Florencia, bordadora, típica casa paraguaya, culata yobai. Viene y se sienta
desparramando sobre su falda un gran mantel blanco, comienza a bordar habla
conmigo en castellano, con Ida en guaraní, se ríen ambas, mucho, cómplices, que
no entiendo, mientras borda en una línea
perfectamente recta y miro con asombro el dedo gordo del pie, esta
enredando el mantel...
Todo esto tiene un
ritmo que se imprime en el paisaje o el ritmo del paisaje se imprime en
ellos...
Digna y Don Enrique,
en su patio de tierra, que sigue a la galería donde tejen ambos en telar,
tienen las plantas de algodón, saca un copito y lo abre delante de mis ojos, de
una niña del pueblo, lo pone en el escardador, empieza a vibrar y el copo se
abre en líneas de hilo transparente, se infla y luego en el huso y de allí en
un segundo delante nuestro estaba el hilo, la nena y yo nos pusimos a reír ,
del asombro.
Seguimos a la casa de
una encajera (yu), y allí la veo muy concentrada con un atadito en la falda, lo
abrió y guardaba muy preciosamente las semillas de algodón.
De allí vienen las
primeras imágenes-ideas:
Son dibujos de
bordados, tridimensionales que ellas realizarán luego. Siempre han trabajado en
plano.
Descripción: una
montañita de encaje yu muy transparente y encima se coserán semillas de
algodón, con una delicada cobertura de algodón como piel, serán las piedras del
cerro y allí en la cima una flor creciendo y su sombra bordada. Lo aéreo, lo sostiene
el aire. Un mundo frágil que puede desaparecer, y su sombra, el peligro
latente.
Todo muy blanco.
La tierra-las
guaridas:
El pueblo coronado por
el Ibyturuzu, los tacurús, tatacuá, campesinos reclamando en la ruta por la
tierra.
Los primeros tatacuá
(horno de barro donde ellos cocinan su comida, chipa guazú, sopa paraguaya) fueron
los tacurú (forma hecha por las hormigas
termitera), esa repetición allí enfrente de los ojos:
Tacurú(
proviene del animal)
Tatacuá
(del hombre)
Todo esto se transformó
en unas formas realizadas en tierra, paja, miel de caña (mezcla de adobe y
tatacuá, casa-comida). Trabajo con la mano ahuecada, la izquierda sostiene
afuera y la derecha unía y seguía la forma de la otra mano. El “ahuecamiento”
de afuera para hacer “hueco” (cavidad de
vientre) vacío adentro.
Es muy primitivo,
siento, este saber ¿vendrá de los primeros hombres cuando ahuecaban sus manos
para tomar agua?
La forma de la mano
ahuecada va quedando impresa en la pieza de 80 cm de diámetro por 60 cm de
alto, volvería a las formas de los
bordados-montaña con semillas como piedra.
El movimiento que
realizo en todo este recorrido es el mismo que el pueblo en su ubicación
geográfica, giros sobre sí mismo como el caracol sobre su caparazón,
construyéndose sobre sí mismo, las hormigas levantando su tacurú para quedar
luego allí dentro.
La luz-la
sombra:
Serranía del
Ibyturuzu-llueve-niebla-la flora se transforma en un encaje, tomo diapositivas.
Retratos de luz y
sombra:
Ellas posan para mí en
su propio lugar.
Reproduzco la
diapositiva sobre el papel y la proyección de luz y sombra la traduzco en forma
abstracta con una línea muy delicada, apenas me apoyo, pierdo el sentido
general de la imagen y me pierdo. Eso da unos dibujos milimétricos en donde la
bordadora se funde en su contexto y allí de vuelta aparecen los encajes. Ellos
mismos son encajes, encajados en su paisaje.
Museo del bordado:
Por un día y para
ellas. Devolver la mirada. Con cosas elegidas por ellas y que signifiquen en su
mundo y también lo que a mí me atrape en los ojos y desee. Será en una de sus
casas. Con los bordados pensados por mí y hecho por ellas, las guaridas, los
dibujos, Un entrecruzamiento de miradas y deseos.”
Éstas son algunas imágenes de la muestra:
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